¿Con soga o con alas?

March 15, 2024

Érase que se era la fábula de autor desconocido que tenía como protagonista a un elefante de circo, en cuya más tierna infancia le ataron una de sus patas a una estaca de madera para evitar que se escapara. Siendo todavía una cría intentó zafarse en varias ocasiones de su particular cárcel, pero no tenía la fuerza ni la corpulencia suficiente para poder romper con tal rudimentario grillete. Pasaron los años y el elefante de circo creció y una vez terminado el espectáculo se lo llevaban a su lugar conocido. La cuerda atada a una estaca de madera volvía como fiel amiga a impedir que caminara con libertad, que pudiera descubrir el mundo, que avanzara consciente de su corpulencia y fortaleza por otros caminos.

¿No podía realmente romper esa ínfima cuerda y escapar? No, porque no sabía cómo. No, porque le enseñaron desde pequeñito cuál era su limitación, no, porque no le ayudaron a desvelar sus múltiples fortalezas que podrían haber desecho cualquier barrera. Pero ésta se había convertido en autoimpuesta.

Esta fábula es hoy una forma de educar, es hoy una forma incluso de dirigir que no de liderar. Esta fábula se hace presente en aquellas familias donde se prefiere tener a los hijos debajo del ala, donde por miedos propios imponemos barreras ajenas. Esta fábula hoy, también se observa en compañías donde se favorece mandar desde el miedo, donde hay tareas y no proyectos, donde los jefes y jefas se sitúan en un altar de sabiduría y miran desde arriba a aquellos que son sus colaboradores. Y desde esa posición y ese ordena y mando, desde el miedo, la gente no se atreve a expandir sus competencias. Se acostumbran al estatus quo, llegando incluso a adoptarlo como propio. Plantearse el atreverse a exponer algo diferente, a ser creativos e intentar algo distinto del modelo marcado supone un posible enfrentamiento, un pánico atroz a ser diferente o incluso a cometer un error que será visto como algo garrafal. Error que puede ser incluso la excusa perfecta para llevar a cabo la devaluación de mi ser profesional. Y entonces ante las posibles repercusiones, la gente empieza a mantenerse sujeto a la cuerda, sujeto a la estaca en un espacio de dos por dos, aunque su mente, su cuerpo y sus aportaciones podrían sin duda, hacerles volar.

La antítesis de todo este contexto, podría ser la educación con alas. ¿Qué supone educar con alas? Supone que como padres y madres sabes que esa personita tiene derecho a investigar, a descubrir por sí misma qué caminos pueden favorecer el alcanzar sus propósitos vitales. Entender que ella tiene la valía y las herramientas de dar solución a sus propias dificultades, porque, aunque en un primer momento parezcan imposibles de solucionar, la posibilidad llega desde la libertad de probar, de caer, de ir construyendo desde el fallo y el aprendizaje, desde la frustración y la recompensa, desde la creatividad y el empuje para saciar todos los flecos de toda curiosidad.

Y ¡claro! educar con alas supone que un día, catastrófico para la madre y el padre, esta persona decide volar, porque sus pilares así se lo mostraron, sus maestros le hicieron de espejo, le potenciaron y le supieron reafirmar cada una de sus fortalezas y éstas en vez de sogas y estacas fueron plumas que hoy son alas. Y vuelan, a veces muy lejos. Porque experimentar supone poner en cuestionamiento lo visto en tu realidad, supone absorber de otros, nuevas formas de hacer las cosas, nuevas maneras de ver el mundo, o incluso nuevas creencias que convivirán con las vistas y aprendidas en tu propia infancia. E igual que una vez alzaron el vuelo volverán a su lugar de origen. Cambiados y con una mochila llena de aprendizajes e incluso serán retadores, cuestionarán lo que siempre consideraron normal y cercano, y podrán desarrollar una opinión propia, un pensamiento crítico y una autonomía de parecer. Y estas personitas que hoy son adultos con alas valorarán trabajar en empresas donde se les rete, donde se les de autonomía para equivocarse y para expandirse. Donde el miedo sólo se sienta en las películas de los viernes y verbalizar sus necesidades sea una actividad constante para mantener el bienestar y las conversaciones eficaces. Liderar potenciando a los demás, asusta porque pones en tela de juicio tu propia confianza. Porque tus colaboradores pueden ser mejores en competencias, más inteligentes, más jóvenes, con más energía, con más ganas de crecer, con soluciones innovadoras… Pero liderar a personas con alas, es rodearte de gente que no necesita filtros para hablarte, que no es complaciente si no lo siente, que no vive con ansiedad su jornada laboral, que se permite ser auténtica y en esa autenticidad y libertad consigues desarrollar, lo más difícil en una organización; el sentimiento de pertenencia. 

Educar con soga o desde las alas es una decisión consciente del día a día.

Y ¿Tú cómo has sido educado? Y ahora ¿Cómo quieres liderar?

Vanessa Gil Pesquera