Lo que dice Juan de Pedro

April 11, 2023

Le hemos dicho adiós a la Semana Santa y antes de despedirnos de la Pascua, traemos al escenario a un personaje histórico, Poncio Pilato y es que este prefecto de la provincia romana de Judea; decidió “lavarse las manos” antes de emitir un juicio contra Jesús de Nazaret. Esta metáfora histórica podría ser una gran lección. Siempre y cuando decidamos emitir un juicio contra un tercero pensemos en “lavarnos las manos”, pensemos en cuáles pueden ser las consecuencias de dicho juicio, cómo podemos dañar a la persona que tenemos delante, de dónde vienen en realidad esas opiniones que, como tales, tienen connotaciones totalmente subjetivas. Connotaciones que viajan con nosotros, en nuestra mochila de vivencias, que se forjan por miedos del pasado, que traemos al presente y que condicionan nuestro futuro y posiblemente condicionará la conversación que mantengamos con la persona o personas que tenemos delante.

Viajemos por ejemplo a una compañía que posee diferentes sedes en distintas comunidades dentro de España. La directora de marketing ubicada en la sede de Sevilla decide hacer un cambio profesional y marcharse a una nueva posición que abren en Zaragoza.

¿Qué de las muchas cosas pueden ocurrir?

Una de ellas es que su futuro jefe de área decida hacer una llamadita a Sevilla para saber cómo es la nueva persona de la que se hará cargo. Y puede ser, que la persona que le coja el teléfono en la sede de Sevilla no tenga una buena relación con la directora de marketing, viejas rencillas que enmarronan una conversación “pues qué decirte de ella… es bastante complicada, una persona demasiado meticulosa, y peleona, siempre tiene un pero en la boca…”

¿Qué es lo siguiente que puede ocurrir?

Podría ser que el nuevo responsable de la antigua directora de marketing sin ser muy consciente de ello esté ya condicionado por esos juicios que escuchó sobre ella hace unos días. Y entonces su trato con ella es cordial, pero se mantiene alerta, y entonces empieza a poner mucho más foco en lo negativo que en lo positivo, y entonces empieza a configurarse una imagen de esa persona totalmente alejada de una realidad que habría podido ser de colores diferentes si hubiese empezado de cero con ella, sin interferencias. Primeros roces, primeras disputas… “pues va a ser verdad que es complicada, pues va a ser verdad que es peleona, no sé si me apetece demasiado tener a alguien así en mi equipo…” Y entonces se arruina la armonía laboral. Y entonces él va descontento al trabajo, la ex directora de marketing, por su parte, empieza a plantearse si el cambio realmente merecía la pena.

Puede parecer que la historieta anteriormente relatada es una utopía, nada más lejos de la realidad. Esto y me pongo de nuevo bíblica, es el “pan nuestro de cada día” y yo me pregunto:

¿Cómo podemos enriquecer nuestras comunicaciones?

En primer lugar, si queremos mantener conversaciones productivas, sanas, y que dejen espacio a que la otra persona pueda expresarse desde la libertad, la empatía y bajo la escucha de sus propias necesidades necesitamos tal y como propone el método de la Comunicación No Violenta de Marshall Rosenberg, hablar desde los hechos y desechando los juicios. Por ejemplo:

-       María llegó tarde.

¿Hecho o juicio?

Muchos diréis que es un claro hecho... Pero profundizamos un poquito más ¿Qué es tarde? Para algunos, tarde, es un minuto después de la hora establecida, para otros muchos, más flexibles con el horario dirán que siempre hay que dejar los diez minutos de rigor. Para un alemán, ser puntual supone llegar cinco minutos antes de la hora marcada y en cambio, en México algunas empresas dan bonos para todos aquellos que aboguen por la puntualidad. Ergo, cuando tenemos diferentes perspectivas sobre algo es que estamos comunicándonos con juicios y no con hechos.

¿Cómo sería pues la forma correcta?

-       María llegó 5 minutos después de las 9 de la mañana que era la hora prevista para la reunión.

¿Para qué hablar con hechos y no a través de juicios?

Cuando hablamos con juicios, dejamos de comunicarnos por la misma vía. Porque nuestras diferentes percepciones de las cosas nos alejan y nos ponen alerta y lo más probable es que nos sintamos atacados. Y al sentirnos atacados podemos actuar de dos formas, con la huida o a la defensiva y ambas estrategias rompen el marco de seguridad para poder hablar de cualquier tema.

Otra forma de mejorar cualquier tipo de mensaje es apostar por el ESTAR y no por el SER. Es decir, en vez de decirle a tu hijo adolescente:

-       Eres un vago

Como si el “Ser vago” se convirtiera en un apéndice más de su propia personalidad, podría ser mucho más facilitador expresarse:

-       Hijo bajo mi percepción te estás comportando en este momento como un vago.

¿Qué cambiar? En la segunda frase no estamos dando por hecho nada, no estamos atribuyendo de forma gratuita un rasgo de personalidad y, además, usando el estar dejamos que la otra persona tenga la opción de cambiar de registro, de transformarse.

Ponerle consciencia a los juicios que emitimos es saber que cuando lo hacemos, un dedo señala a esa persona y tres nos señalan a nosotros mismos.

O como muy bien afirma el refrán:

Lo que dice Juan de Pedro dice más de Juan que de Pedro.

Cuando emitimos un juicio sobre otra persona, en realidad hablamos de nuestros miedos, de nuestras inseguridades, de nuestros fantasmas, esos que preferimos dejar en bambalinas y sacarlos al escenario ataviados de opiniones que son solo eso, opiniones.

En Amagi trabajamos para que los juicios dejen de ser baches comunicativos y se conviertan en trampolines para alcanzar cualquier propósito. Somos expertos en Comunicación No Violenta y nos encantan los retos.

¿Te atreves?