¡Lo quiero todo y lo quiero ya!

July 12, 2022

¿Cuántas veces hemos escuchado esta exclamación en boca de los más pequeños? ¿Cuántas veces hemos pensado para nosotros mismos que queremos algo y lo queremos ya?

Quizás deseamos esa subida de sueldo, o esa promoción, o acabamos de salir de la carrera y ansiamos ser la mano derecha del CEO o ser incluso, el propio CEO de una compañía. Puede que llevemos tres meses con una chica y estemos ya pensando en matrimonio, y en otras ocasiones estamos de prácticas como cirujana y se nos despierta la necesidad de ser Jefa de Servicio de la especialidad de Cirugía General del Hospital Universitario La Paz. En fin… ¿Cómo sería si postergáramos el placer que supone la recompensa?

Algunos lo llaman la gratificación aplazada o gratificación retardada, otros, demora de la gratificación o recompensa diferida y todo ello podría tener su lugar en el refranero popular con eso de “Lo bueno se hace esperar”. Lo cierto es que esta postergación del placer que supone la recompensa se vio materializada a través del experimento denominado “El test de la golosina” ideado en los años 60 por el psicólogo austriaco Walter Mischel.

¿En qué consistía?

Los niños con edades comprendidas entre los 4 y 6 años eran encerrados en una habitación a solas, sentados frente a una mesa en la que se colocaba una fantástica golosina, y se les decía: “Es tuya, puedes comértela inmediatamente si lo deseas, o bien, si esperas unos minutos antes de comértela (entre 15-20 minutos), recibirás como recompensa una segunda golosina.

Para algunos, esos veinte minutos se hacían eternos. Miraban la golosina con deseo, otros la tocaban, también estaban los que la olían o se la acercaba a la boca y daban un tímido lametón. Buscaban pues, sus herramientas para que el tiempo pasara lo más deprisa posible y poder con ello obtener el gran placer de poseer dos deliciosas golosinas en lugar de una. Solo el 25% de los niños fueron capaces de resistir la tentación. Walter Mischel y su equipo de la Universidad de Stanford dieron seguimiento a todos estos niños que realizaron el primer test durante 14 años.

¿Qué descubrieron?

Se comprobó que la mayor parte de los pequeños que habían sabido controlar su impulso inicial y posponer el placer que otorga la recompensa tenían funciones cognitivas más desarrolladas, así como, además, eran socialmente más competentes y poseían un estilo de vida más saludable y una mayor autoestima. Eran menos propensos a la agresividad y años más tarde se descubrió que mostraban una menor predisposición a la obesidad. Todo ventajas ¿No?

AUTOCONTROL, AUTOESTIMA Y HACERSE AMIGA DE LA FRUSTRACIÓN

En 2015 se publicó el libro “El test de la golosina” y en él aparecen recogidos todos los resultados que Walter Mischel pudo generar a lo largo de los años. En el mencionado libro, se explica además cómo se puede conseguir y trabajar el autocontrol para poder aplicarlo en cualquier reto de la vida cotidiana, ya sea una dieta, la toma de decisiones importantes, planear la jubilación, la superación de un desamor o incluso dejar de fumar. Y esto último lo pudo poner en práctica el propio psicólogo. Walter Mischel era un fumador empedernido. Podía llegar a consumir hasta 3 paquetes diarios, pero un día algo quedó plasmado en su cerebro, la imagen de un hombre en una camilla del Hospital de Standford, con la cabeza afeitada, el pecho desnudo y con pequeñas X dibujadas en verde, que tal y como le explicó una enfermera eran los puntos de referencia para poder aplicar la radiación. Según él mismo explicó fue esa imagen imborrable en su cabeza la que le ayudó a reformular su propia realidad sobre las consecuencias tardías del tabaquismo. Y es que el cerebro es plástico, podemos educarle, podemos generar nuevas alternativas, nuevas imágenes que nos ayuden a ser más fuertes que la propia tentación.

¿Cómo?

1.    Cambia el significado de lo que crees que ves o necesitas.

Para los niños que hicieron el “Test de la golosina” lo que tenían delante de sí mismos, podía ser una deliciosa golosina, jugosa y exquisita capaz de deleitar todos los sentidos, o un simple cuadrado rosa con forma de cubo con un olor particular.

2.    ¿Emoción o reflexión? Según Mischel y sus colegas poseemos dentro de nuestro cerebro dos tipos de sistemas el “Hot Systme” o sistema caliente que está relacionado con las amígdalas y es por tanto emocional, simple e irreflexivo y el “Cool System”mucho más cognitivo y reflexivo. Si las emociones duran dentro de nuestro organismo 6 segundos hasta que el Neocórtex es capaz de ofrecer un significado a las mismas ¿Cuáles podrían ser los beneficios de alejarnos de la tentación e impulsos iniciales y poder con ello “enfriar” nuestro cerebro?

3.    La voluntad como herramienta infalible: Tal y como dice la psiquiatra Marian Rojas Estapé, la voluntad es esa maravillosa capacidad de posponer la recompensa para fortalecer esa parte del cerebro conocida como Corteza Prefrontal. Es la zona que nos hace superiores porque es la encargada de la atención, la concentración y la resolución de problemas.

Postergar el placer que supone la recompensa es sinónimo de niños más exitosos, es sinónimo de autocontrol, de mejores herramientas para dar solución a las adversidades, de superar desamores, dietas e incluso dependencias, es hacerse amigo de la frustración, es apostar por una vida más sana y una autoestima definido que escucha la emoción y la otorga espacio a la reflexión.

A postergar el placer que supone la recompensa también se aprende y en Amagi tenemos las herramientas necesarias para acompañarte en el proceso.